miércoles, 23 de mayo de 2012

"Me he tomado la licencia de hacer porno con 'Carmen"

Román Gubern. Historiador

"Me he tomado la licencia de hacer porno con 'Carmen"

El historiador del cine y catedrático emérito presenta en Granada su primera novela después de escribir más de 40 libros y ensayos.
G. Cappa/granada | Actualizado 23.05.2012 - 08:03
 
Román Gubern sintetiza a las primeras de cambio su relación de escepticismo con las nuevas tecnologías. "Mejor me llama al teléfono fijo, que no sé por qué lo hemos dejado de lado cuando no tiene los problemas de batería de los móviles". El historiador del cine y catedrático emérito de la Universidad de Barcelona presentó ayer en la Biblioteca de Andalucía su primera novela, La confesión de Carmen, donde no escatima imágenes de gran carga erótica para retratar a la gitana de Mérimée.

-¿Qué le enamoró de Carmen?

-Mi libro no es una réplica ni nada por el estilo. En 2002 publiqué Máscaras de la ficción, donde estudiaba una serie de grandes arquetipos narrativos como Frankenstein, Dorian Grey, el doctor Jekyll... Era un estudio de 52 grandes personajes de la literatura del XIX y el XX en el que incluí a Carmen, cuya historia está narrada en la novela de Mérimée a través de una voz masculina, la de don José, que está condenado a muerte y por lo tanto es una voz masculina y vengativa. Aquí me dije que la historia de Carmen contada por ella misma sería muy distinta. A raíz de esta reflexión, que se quedó incubada, un tiempo después me puse a escribir la historia de Carmen, respetando el argumento y la intriga de Mérimée, añadiendo la parte de su infancia y adolescencia porque Mérimée toma a Carmen cuando es una gitana de unos veintitantos. Un dato muy importante: la hice hija de una gitana violada por un soldado de Napoleón, lo que marca su relación con los hombres profundamente. Eso sí, dije que el libro sólo lo publicaría si estuviese avalado por una personalidad del mundo de las letras. Se lo dieron a leer a Darío Villanueva, que ha escrito un prólogo excelente, y me decidí a publicarlo después de tenerlo tres años en el cajón.

-¿Es un alegato feminista en el sentido de dar voz a una mujer oprimida?

-Claro, es una gitana pobre. En el libro he puesto datos históricos que no pone Mérimée, que no menciona ni a Fernando VII, por lo que yo he contextualizado la novela e incluso aparece la ejecución de Mariana Pineda. He construido una ficción que intenta respetar la arquitectura de Mérimée pero dando la voz a Carmen, aunque hay cosas que él despacha en una línea y en mi libro son un capítulo. En mi novela escribo que Carmen llega a Granada justo al día siguiente de la ejecución de Mariana Pineda. Pero Carmen tiene un final mejor que Mariana. En la novela de Mérimée don José la mata, por lo que ella no puede contar su historia, así que el final he hecho un salto mortal.

-¿Ha indultado a Carmen?

-Sí, la he indultado pero con un castigo, eso sí. Es que creo que Carmen es la primera mujer fatal de la literatura moderna, aunque es verdad que es un arquetipo muy antiguo, como la Helena de Troya o la misma Eva, que es una mujer fatal porque hace pecar a Adán. El psicoanálisis contemporáneo ha esclarecido el tema de la mujer fatal diciendo que es un invento masculino; es una mujer que es deseada y odiada al mismo tiempo porque hace vulnerable al hombre. He aplicado esta lógica de la mujer fatal, que está muy presente en el cine negro americano, como por ejemplo en Perdición de Billy Wilder. Carmen es la primera mujer fatal de la literatura moderna. Claro, esta novela fue percibida en España como denigrante, como un ataque lleno de estereotipos. La prueba es que la novela se publica en Francia en 1845 y no se traduce al español hasta 1891. Y se traduce por el éxito de la ópera, no por la novela. Por cierto, la historia de Carmen se la contó a Mérimée la madre de Eugenia de Montijo, la historia de una gitana que es el embrión de la historia que luego desarrolló.

-Su libro demuestra, una vez más, que un libro es mucho más erótico que una película.

-Es verdad. Me he tomado la licencia de hacer porno con Carmen, un género que hace 20 años era proscrito y de cuarto oscuro. Pero, desde Catherine Millet, el sexo es más explícito en la novela que en el cine. Me he permitido ser muy explícito en el tema sexual, lo reconozco, es la historia de una mujer que seduce a muchos hombres y es muy erótica, así que no quería censurarme. Podría decirse que es una novela para adultos. Pero no lo he hecho por vicio, porque después del Marqués de Sade no tiene sentido hacer elipsis, que son muy bonitas en el cine clásico, con esa puerta que se abre... Pero ahora se puede llamar a las cosas por su nombre sin crear escándalo.

-¿Cómo lleva ser el gran oráculo del cine español?

-Bueno, la cosa está mal pero creo que hay tres autores que se escapan: Almodóvar, que es nuestra gran estrella internacional; Amenábar, que está en el mercado internacional; y luego Santiago Segura, que podría estar en una segunda división pero que es muy importante. Son tres iconos: dos de cine de autor y otro de cine cutre pero rentabilísimo. Luego viene un amplio pelotón de cineastas, algunos muy dignos como Isabel Coixet o Icíar Bollaín, que evidentemente no tienen esta solidez mercantil que tienen los tres nombres que le he dicho. En el cine español hay un diagnóstico que se repite desde hace años, y es que hay una superproducción respecto al mercado. España produce algunos años más películas que Alemania o Italia. Claro, hay todo un sistema de subvenciones de las cajas, ayuntamientos, curias o comunidades autónomas que hace que exista este panorama. Hay que adaptar la producción española al tamaño de su mercado. Es curioso porque tenemos grandes profesionales, grandes operadores, actores de primera fila como Bardem o Penélope Cruz... Pero el pecado es la superproducción y la falta de guiones, la pata coja del cine español. Hay dos tendencias que vienen a funcionar bien en España: la comedia y el thriller, la diversión y la conmoción. En medio hay una zona difusa que no acaba de arrancar.

-¿Éxitos como No habrá paz para los malvados no pasarían de ser una película del montón en la industria de EEUU?

-Efectivamente, es un buen ejemplo. Santiago Segura, y fíjese que su cine no aspira a ser artístico, ha entroncado con nuestra tradición cultural del mal gusto de Quevedo, la cultura de lo cutre, el pedo y el eructo... Hay una tradición de cultura del mal gusto, el kistch, para decirlo de manera más elegante. La prueba es que las películas de Segura no se exportan pero algunos países de Europa Central han exportado el modelo Segura.

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